viernes, 8 de junio de 2012

RELATOS LA CENICIENTA EN EL SIGLO XXI

Todo esto comenzó cuando mi papá, marques de las Vacasflacas y mi mamá, marquesa consorte, pero no con suerte, decidieron divorciarse. Después de un largo y triste proceso, un juez que no tenía ni idea de nada le dio mi custodia a mi papá. Todo iba bien hasta que una viuda con dos hijas (feísimas por cierto), pensó que mi papá era un buen partido y se unió sentimentalmente a el atraída, claro, por  el marquesado y el castillo que aunque en casi ruinas, al fin y al cabo era un castillo.
      Esta  Señora al darse cuenta de que no había dinero, pensó que la mejor manera de ahorrar en servicio era ocuparme a mí en esos menesteres. Así que mientras mis hermanastras navegaban por internet yo ponía el lavavajillas, la lavadora el aspirador, planchaba, etc.
   Un día este par de arpías navegando, vieron que un príncipe árabe llamado Mohamed Benjamín, estaba preparando una fiesta en España para buscar una compañera, blanca y rubia, pues estaba  de pelo negro y tez morena hasta las narices. Ellas se pusieron locas de contentas, tenían que ir a la fiesta como fuera, y ¿a quién le toco hacer los vestidos? pues a mí. Llegó  el gran día y ellas se fueron con su antipática mamá al magno evento, y yo como era natural me quedé en la puerta del castillo llorando. De pronto apareció por allí un señor que al parecer era periodista, que seguramente también iba a la fiesta a cotillear. Al verme tan afligida, me pregunto que me pasaba y como me sentía tan sola se lo conté todo. ¡Esa fue mi suerte!. Saco de su bolsillo un móvil y me dijo esto lo arreglo yo en un momento. Posteriormente  me entere que llamó al concesionario de coches  Renault, a los modistos sevillanos, Víctor y Luciano, a la zapatería de Manuel Flamín y no se a donde más creo que a alguna  joyería de renombre.
    En menos de media hora tenia a mi puerta un cochazo imponente y estaba vestida con un  lindo vestido lleno de diminutos volantes y para que hablar de los zapatos y las joyas. Así me presente en el baile, el príncipe al verme se quedo embobado y solo quiso bailar conmigo. Yo solo tenia una pega, a las tres en punto tenía que irme pues todo lo que llevaba había que devolverlo para exponerlo en los escaparates de las distintas firmas al día siguiente, ya que eso les daría mucha publicidad. Efectivamente a las tres en punto salí del baile sin que el príncipe se diera cuenta, creo que agarro un enfado de mucho cuidado cuando noto mi ausencia. Yo al correr tanto  se me engancho uno de mis preciosos zapatos en la rejilla del alcantarillado y como tenía mucha prisa, allí se quedó, fue lo único que encontraron de mi, con lo cual mi bello príncipe mando  probar el zapato a todas las chicas españolas  rubias y entre los 18 y los 22 años, esto duró mucho tiempo y mucho esfuerzo a nadie le quedaba bien el dichoso zapato, hasta que un día y por pura casualidad dieron conmigo, y claro a mi me quedaba perfecto. Mis hermanastras  rabiaban y no se explicaban como yo " la cenicienta" había podido entrar en el baile. El príncipe en cuanto me encontró ordeno preparar una boda fastuosa a la que acudiría toda la realeza y nobleza de Europa y parte de África, aquello fue una maravilla y yo vivía en un sueño. La luna de miel la pasamos en los lugares más maravillosos que uno pueda imaginar y al contrario de lo que parezca los paparachis no hicieron su aparición por ningún sitio. Una vez llegados a palacio seguíamos siendo muy felices.   Lo que ya no se , y esto son palabras del autor es lo que esa felicidad duraría pues ya se sabe lo que hoy en día duran las parejas. Lo cierto es que este cuento se parece mucho a uno que circuló en el siglo 20, aunque esa pareja duraría siempre y ahora ya se sabe duran..... Lo que duran.
TERESA OTERO

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